En los últimos años la construcción de circuitos nuevos se ha convertido casi en un monopolio de Hermann Tilke. El alemán, asociado con Ecclestone, ha diseñado los trazados más modernos de la F1, pero que, por norma general, han sido ideados pensando en el automovilismo. Por eso, cuando a los pilotos de motos los toca acudir a ellos no acaban disfrutando como sí lo hacen con otros de la vieja escuela como Assen o Le Mans.
Sin embargo, con el de Termas de Río Hondo todo es distinto. En su origen sí fue creado para los coches, pues lo plasmó sobre el terreno Héctor Farina, expiloto del Turismo Carretera argentino. Pero cuando Dorna firmó el contrato para hacer una prueba en el país se decidió que había que remodelarlo pensando en las medidas de seguridad más avanzadas. Por eso, se pensó en remozarlo, pero acabó variándose casi por completo.
El encargado de la obra fue Jarno Zaffelli, un joven italiano de 38 años con ideas totalmente distintas a las del teutón. «Los circuitos tienen que estar hechos para ponérselo difícil a los pilotos. Esto es lo que he buscado hacer aquí, que no tengan claras las trayectorias, incluso que visualmente les cueste», suelta sin rubor. El de Reggio Emilia ve compatible la seguridad con la dificultad. «Una pista tiene que ser peligrosa, pero luego tener escapatorias y cosas así. Puedo decir que no es un diseño normal», alardea.
Sin duda es así pues la mayoría de las curvas tienen pendiente y son muy veloces. Apenas hay frenadas grandes y sí muchos cambios de dirección. «Tiene cosas del viejo Assen», dice el local Sebas Porto, el hombre que más giros ha dado. Y aquella Catedral era muy del agrado de los pilotos.