Es en este plato argentino (y por lo tanto santiagueño), que se queman los libros de casi todos los cocineros del país. Porque hay tantas recetas como asadores y las discusiones acerca de las calidades de las carnes más apropiadas, los fuegos, la sal, los condimentos, las cantidades, las ensaladas, las parrillas, los tiempos, son tan eternas como interminables.
Lo que sí es seguro es que con una buena carne hasta el más inútil le sale un buen asado; el buen asador se ve cuando la carne es mala.
En Santiago y en casi todo el país, el asado más que una comida es un ritual, tal como la ceremonia del té de los japoneses.