Cuentan los veteranos que, 50 años atrás, el Bañado de Figueroa era un paraíso. Era un lugar, ubicado en medio de la nada de Santiago. Para llegar se debía protagonizar toda una aventura, ya que los caminos se transformaban en verdaderos pantanos ante la menor precipitación. Sin embargo, el esfuerzo siempre valía la pena.
Allí la pesca estaba asegurada. Los dorados, las bogas, los bagres y las tarariras siempre estuvieron presentes regalando muchas emociones a todos sus visitantes.