El cordón serrano de Guasayán tiene una extensión de 76 kilómetros y se sitúa al oeste de Santiago del Estero, el camino más directo para llegar a ellas es la Ruta 64. Su ancho varía entre 4 y 6 kilómetros, y la altura máxima ronda los 700 metros sobre el mar.
Representan las últimas estribaciones de las Sierras Pampeanas y su historia geológica es muy antigua. La cadena está recortada por arroyos temporarios que se vuelcan a la cuenca oriental como el Guasayán, del Ojito, Tala Arroyo y Arroyo de Maquijata, además de ojos de agua que afloran en el corazón de la cadena.
El agua no es suficiente para la actividad agrícola, pero sí para la actividad ganadera. Llamativa es la conformación vegetal sobre las laderas, con especies propias de la región chaqueña, del llano, mixturadas con ejemplares del monte. Se destacan el yuchán o palo borracho, el chañar, el piquillín y la tusca.
En el extremo sur del cordón serrano está Villa La Punta, pequeño pueblo que conserva aires de otros tiempos. De Villa La Punta se habla más de lo que fue que de lo que es. Más acerca de las familias que la visitaron que de las que hoy concurren al lugar.
No por eso su paisaje perdió el encanto ni tampoco sus pobladores, poseedores de una sencillez hechicera.
Dicen que en la villa se proyectó una película de cine antes que en la misma Santiago del Estero. «En 1940, vi cine en Villa La Punta por primera vez en mi vida. Las películas eran Mañana serán hombres, con Delia Garcés, y La maestrita de los obreros, un film también argentino», comenta Héctor Porfirio.
En las sierras de Guasayán, a la altura de la quebrada de Maquijata, habría sido herido Diego de Rojas en 1543, el primero de los conquistadores españoles que, proveniente del Alto Perú, penetró en el territorio conocido como el Tucma, fuera de los límites del recién disuelto Imperio Inca.
Luego, Rojas habría fallecido en Soconcho u otro lugar, tal vez a causa de la flecha envenenada aparentemente lanzada por los lules.
Los que lo acompañaban en la expedición continuaron hacia el río Dulce, fundando Medellín.
Villa La Punta fue por mucho tiempo el lugar elegido por la aristocracia local para su esparcimiento. Tuvo su época de oro a fines del siglo XIX y principios del XX, hasta la década del veinte. «Si se hubiese hecho pasar el ferrocarril por al lado del pueblo, la villa hubiese crecido» -agrega Pololo.
La instalación de las vías arrastró las poblaciones a su orilla. Se duplicó la geografía de Santiago. Villa La Punta y estación La Punta, Atamisqui y estación Atamisqui, Brea Pozo y estación Brea Pozo.
Los jardines de las casas exhiben enormes tunas. Las calles están bordeadas por hileras de yuchanes panzones y floridos. Hay comercios pequeños.