“Por dos cosas fue grande Salamanca: por la universidad y la cueva (….) En una enseñaban los maestros y en la otra los demonios (…)»
Para rastrear las causas de la presencia de la salamanca en América, debemos remontarnos necesariamente al tiempo de la conquista española, que trajo también sus creencias y, entre ellas, la de la Salamanca. Esta se enraizó en nuestro suelo y a través del tiempo, fue incorporando elementos americanos hasta convertirse en un fenómeno mitológico que identifica a nuestra cultura popular santiagueña y puebla la imaginación de nuestra gente.
A este antro diabólico se lo sitúa generalmente, a lo largo de nuestro territorio, en los socavones que produce el agua en las orillas de los ríos, en las cuevas de las zonas serranas o en la espesura de los montes. El diablo es su figura central, rodeado de su corte satánicas, compuesta por brujas y animales fantásticos de horrible aspecto (como lampalaguas, sapos y arañas), imparte lecciones a los aprendices.
Estos últimos son quienes han decidido iniciarse en diferentes artes, como la doma, la danza, el manejo del cuchillo en la pelea, el enamoramiento de mujeres o, simplemente, los que buscan obtener riquezas mediante un pacto con el diablo. Las condiciones de este pacto varían, según las creencias, en los distintos lugares de nuestra provincia. En algunos casos, en la entrega o venta del alma al diablo, a cambio del aprendizaje: este es el grado máximo de compromiso. En otros, la ofrenda se limita a comidas, bienes, etc.
Además, los interesados en pactar deben superar una serie de pruebas y condiciones, como requisitos previos para su entrada a la Salamanca.
En primer lugar es necesario renunciar a la religión católica escupiendo un crucifijo, que siempre se encuentra colgado boca abajo en la entrada de la cueva, en otros casos, suele estar la imagen de una Virgen.
Cumplido este paso, el iniciado penetra en el lugar y es recibido por animales de aspecto fantasmagórico. Desprovisto de ropa, debe sentarse sobre una enorme lampalagua que, enroscada, oficia de asiento, mientras otras alimañas (arañas de gran tamaño y serpientes) recorren su cuerpo.
Debe soportar todo esto hasta llegar a la presencia del diablo quien, rodeado de brujas de horrible aspecto, baila al son de guitarras y bombos: así comienzan las primeras lecciones.
El aprendiz no debe develar el secreto o enloquecerá irremediablemente.
Se cree que las brujas aprendices se reúnen en días fijos cada semana. Y es tan fuerte esta creencia que los pobladores de algunas zonas no hablan con nadie en esos días sobre el tema, pues la brujas andan sueltas, escuchan todo y pueden desatar terribles males sobre los osados.
Su presencia se delata, porque dejan escuchar una música muy dulce, embriagadora, ejecutada con guitarras, bombos, bandoneón y violines, que puebla en la noche la soledad de los desiertos.
Sin embargo, no en todos los lugares la Salamanca es la encarnación absoluta del mal. Existen zonas en nuestra provincia en las que el hecho de haber transitado por estas cuevas otorga cierto prestigio, a diferencia de otras en las que ser salamanquero es un estigma social.
En las siestas nubladas y de fina llovizna o en las noches oscuras, los sones de una música muy dulce da vuelo y razón a la imaginación de nuestro pueblo.