Añatuya: Historia del festival de la Tradición

Todo comenzó en 1968, cuando el Gobierno de la Provincia estaba a cargo de. Carlos Uriondo quien junto al Ministro de Gobierno , Luis Cáceres tuvieron la iniciativa de convocar a los intendentes de Santiago con el fin de promover por vez primera la organización y celebración oficial de una fecha instituida para resaltar los valores de nuestra tradición y reactivar el acervo folklórico a través de diversas expresiones que hacen al sentido nativista, conviniéndose elegir a Añatuya (cabecera del departamento Taboada), como sede.

En tal sentido, la comuna de Añatuya en colaboración de la comisión directiva del Aero Club local y el personal docente de la Escuela Nacional de Educación Técnica 1 constituyeron una comisión central presidida por el intendente Carlos Raúl Schiaffi y una serie de comisiones asesoras, fijándose los días 8 9 y 10 de noviembre de 1968 para el desarrollo del festival, sumándose a ellos el sacerdote Aroldo Suárez Hamann quien dedicara sus inspiraciones artísticas al festival con un sello de distinción como organizador, decorador, artesano, gaucho, cantor y guitarrero.

Como primera medida se construyó la Villa Folklórica ubicada en el Aero Club Añatuya donde se levantaron galpones, tinglados, stands, ranchos, se improviso una pulpería y en torno a ella debían llevarse a cabo riñas de gallos, tabeadas, juegos de destreza. En su entrada se construyó una tranquera a modo de fortín con palo a pique, un mangrullo y un mástil.

Este primer festival se completó con la exposición de piezas de los museos Arqueológicos de Bellas Artes e Histórico de la Provincia. Se cursaron invitaciones a municipalidades y comisiones vecinales de la provincia, entidades sociales, gremiales, deportiva, lográndose la más amplia adhesión, se dispuso la organización de concursos para afiches y murales.

La noche inaugural del festival puso en el ámbito de Añatuya un excepcional colorido, bullicio incesante, reuniones familiares y callejeras, matizado armónicamente en un clima de alegría, entusiasmo, expectativa y asombro. Todo era cordialidad y unión de hermanos, los fogones criollos que congregaban al público gozando con el sabor de la festividad típica en su más alta expresión, desfile de carro­zas, representantes de distintas dele­gaciones extendiéndose luego en las instalaciones de la villa frente a un lujoso y bien diseñado escenario orna­mentado con originales motivos alegóricos en donde el canto, la danza, la poesía y desfile de donosas re­presentantes de las distintas delegaciones departamentales que competían en el certamen folklórico fueron admirados por los miles de espectadores que asistieron a esta convocatoria.

Una emotiva jornada tuvo su punto culminante con la presentación de los artistas de primer nivel: Ballet Folklórico Argentino de Luis Oscar Corvalán con acompañamiento musi­cal del maestro Natalio Leal Sequeira; el conjunto Los Tobas; la cantante Suray; Roberto Herrera, “El Supay”, y su compañera Marta Martínez: el dúo Gambarte-Galván; Publio Araujo, recitador costumbrista: números de malambo combinado ofrecido por los ganadores del Certamen Inter escolar de La Cumbre; Anita Campos, “la indiecita del malambo” Los Changos de Añatuya; Los Kari Huainas, Sixto Palavecino; Orlando Geréz y su conjunto y la presencia del poeta Dalmiro Coronel Lugones, quien subiera al escenario expresando palabras de encendida emoción al folklore y a la tradición, a la vez, que formuló invitación a todos los músicos para que entonaran las estrofas de la zamba Nostalgia santiagueña, con una afirmativa respuesta y el bordonear de las guitarras y el resonar de los bombos pusieron en el ambiente el suspenso de una sentida emoción arrancando entusiastas y calurosos aplausos del público.

Esta celebración popular que hizo de Añatuya la Capital de la Tradición, continuó con el correr de los años con acontecimientos trascendentales y algunos emotivos, como ocurriera en 1971 cuando falleciera el padre Suárez, quien tenía a su cargo el diseño de afiches, distintivos, y lo más importante, la creación del “zorrino” un logo característico que distingue nuestra fiesta anual.

 

Cabe destacar que el lugar de realización se fue modificando dado los persistentes cambios del clima, lo que llevó a seleccionar a la plaza “27 de abril”, como el lugar apropiado.