El 3 y 4 de marzo, apenas comenzadas las clases, el carnaval volverá a vestir de agua y trinchera los bailes y las calles de la provincia. Será el tiempo en que muchísimos santiagueños volverán al pago a reencontrarse con sus hermanos, desde Villa Unión, en el departamento Mitre, hasta Villa Nueva Esperanza, en Pellegrini, pasando por la Capital, Quimilí, Amamá , Bandera, Monte Quemado, Choya, Brea Pozo, Ramírez de Velazco, San José del Boquerón, Tintina, Los Telares, Añatuya, La Fragua, El Arenal, Frías, Tomás Young y Las Termas, entre miles de otros.
Es el turismo silencioso, el que no se cuenta en los números grandes, el de humildes comprovincianos que un día se fueron a Buenos Aires, a Córdoba, a Rosario, a la Patagonia o a lugares lejanos del extranjero y se toman una o dos semanas al año para regresar a su lugar de origen.
Miles de santiagueños vuelven una vez al año a ser de nuevo chicos en pequeños pueblos de la provincia perdidos detrás de los quebrachales. Regresan con su ropa colorida, en auto propio, en colectivo, en avión, en tren, trayendo a los hijos para que conozcan a los abuelos, a las mujeres para presentar a los suegros, hablan pronunciando las erres como porteños y escudriñan y rebuscan por los rincones, tratando de hallar viejos conocidos o lugares por los que pasaron su niñez.
Irán a la represa del Aibalito a sentir lo mismo que antes, cuando iban a la escuela o caminarán por las calles de Ojo de Agua, o se refrescarán en Los Pozos de Añatuya, oirán chacareras en Santiago, La Banda, Antajé o bailarán al compás de la cumbia en los bailes de Maco, Las Delicias, Loreto, Villa la Punta, Villa Atamisqui, San José del Boquerón, Chilca Juliana.
Y todos se admirarán, seguramente, porque en cada uno de estos lugares hay un nuevo camino que se abrió, otro que se enripió o pavimentó o se habilitó un hospital o se construyó un nuevo barrio o se mudó la comisaría a otro local más moderno. Si pasan por la capital verán que a las torres de Educación y Economía, bautizadas popularmente como las Torres Gemelas ya les falta poco para que se habiliten o se enterarán de que Las Termas ya no es lo que era, porque además del Autódromo Internacional también tiene turistas en pleno verano o les avisarán que ese pedacito tan molesto de camino de ripio que había que pasar para llegar al Bobadal, ya ha sido pavimentado y se recorre en un galopito, como quien dice.
Algunos prefieren regresar durante las fiestas patronales, desde la imponencia de Nuestro Señor de Mailín hasta la humilde celebración del Fisco de Fátima, departamento Jiménez, a la orilla de la Ruta 34, el 19 de enero, cuando cientos de promesantes llegan a visitar a la Virgen Desamparada.
Otros ya han vuelto para Navidad y Año Nuevo y todavía andan dando vuelta, brindando con los parientes y los amigos, reencontrándose con viejos conocidos, recordando con nostalgia los tiempos de la niñez, a lomos de un burro, con una honda en el bolsillo de atrás del pantalón, mascando mistol y con la única preocupación de conseguir una pelota para jugar hasta que la tarde se haga noche y el tiempo se torne eterno.
Lo dicho, casi dos meses antes del MotoGP, que atraerá a miles de turistas a Santiago y pondrá la vista de millones sobre Las Termas y el resto del territorio provincial, el lunes y el martes de carnaval, brillan en colorado en los almanaques, esperando lo de todos los años, la vuelta del santiagueño.