Los santiagueños aguardan con expectativa que vuelvan a marchar los bombos por las calles de Santiago, en una de las mayores manifestaciones de fe colectiva en sí mismos que hace un pueblo, sin distinción de banderías políticas, clases sociales, barrios de procedencia.Lo que comenzó siendo hace diez años, un tímido intento por juntar 450 bombos caminando y tocando por las calles de la ciudad, se ha convertido, prácticamente, en una marca de Santiago del Estero, algo así como un sello de su identidad. Con la única diferencia de que en este caso, participa todo el que quiere, tenga o no un bombo para batir y sepa o no sepa hacerlo, no importa, todos están invitados a la fiesta.
La sorpresa se la lleven los visitantes al preguntar si pueden participar y dónde tienen que anotarse cuando les responden que si quieren, pueden caminar junto a los santiagueños y que no necesitan ni invitación ni entrada ni carné habilitante sino solamente las ganas de sumarse a esta fiesta y divertirse sanamente.
La novedad de este año es que además de las ya tradicionales cuatro columnas que se juntarán en Belgrano y Libertad, también habrá columnas de Frías y Lavalle por un lado y de Loreto y Ojo de Agua por el otro. Es decir, se trata de una fiesta que nunca debió dejar de ser provincial y que vuelve por sus fueros, porque los santiagueños festejan que hace más de 460 años ocurrió el nacimiento de la provincia más que la fundación de la ciudad en que viven los capitalinos.
Como todas las oportunidades anteriores, las columnas de bombistos se han de ir juntando en Belgrano y Libertad para, desde allí, marchar hacia el parque Aguirre, en una interminable procesión con el retumbo de los parches de miles de bombos elevando al unísono un mismo Padrenuestro con corazón de chacarera.
Esta vez los organizadores agregan otros instrumentos, como las guitarras, de tal suerte que ya aseguraron su presencia, al menos 460 ejecutores de ese instrumento, tantos como años tiene la ciudad, según algunos. Cada uno de los ejecutantes podrá pedir en cualquier parte del trayecto treparse a los camiones que llegarán con el sonido e interpretar sus canciones como mejor sepa o le salga, porque la fiesta no es para los virtuosos ni los consagrados, la marcha de los bombos es de todos os que sienten palpitar un pulso santiagueño corriendo por sus venas.
Y por las calles irán mezclados los más reconocidos cultores de la música popular argentina con turistas y santiagueños.
En ese sentido es dable afirmar sin temor a equivocación quela de los santiagueños es una celebración única en el país, porque hay una cuidada organización que hace de lo espontáneo un sello original para que cada uno de los que marchan se lleve en el recuerdo, la música y la alegría de haber sido partícipe de una fiesta que, como todas las que se hacen en familia, anuncian los buenos tiempos que seguramente han de venir.